Patrona del Colegio: Santa Rosa de Viterbo
Rosa
nació en Viterbo, ciudad de la región Lacio en el país de Italia, en el año de
1235, sus padres, Juan y Catalina, eran pobres y excelentes cristianos. Ya en
su más tierna infancia todos se dieron cuenta de que Dios tenía grandes planes
sobre ella. De verdad que es asombrosa la mezcla de lo natural y de lo
sobrenatural en su vida. En vez de entregarse a los juegos propios de su edad,
se pasaba largos ratos ante las imágenes de los santos, especialmente si eran
imágenes de la Virgen Santísima. Impresionaba la atención con que oía a sus
padres cuando hablaban de cosas de Dios. Grandes eran sus austeridades en
la comida, llegando a pasarse días enteros con un poco de pan. Pan que muchas
veces iba a parar a la boca de los pobres, otra de sus santas debilidades.
Corría tras los pobres y con cariño inmenso les ofrecía todo cuanto tenía. La
niña predicaba por las calles y en las plazas de Viterbo, llevando en sus manos
una pequeña cruz y un libro (estos se consideran los símbolos que la
caracterizan), enseñando el catecismo a los niños y recordando a los adultos la
doctrina cristiana y los deberes morales Entre algunos milagros que se cuentan
de ella, se encuentra que las piezas de pan que llevaba para los pobres, en su
delantal, se transformaron en rosas, y que para convertir al cristianismo a una
hechicera pidió que encendieran una hoguera en la plaza central y se subió a ella,
donde estuvo tres horas sin sufrir daño, predicando, ante
este milagro, la hechicera y mucha gente se convirtió. Por eso como atributos
de Santa Rosa de Viterbo se consideran el crucifijo, las rosas y la hoguera.
En
Viterbo había un convento de religiosas, llamado de San Damián. A sus puertas
llamó nuestra heroína, pero inútilmente, porque era pobre y porque era niña, entonces
decide convertir su casa en un claustro; sus familiares intentan apartarla del
camino emprendido, pero es tanta la gracia humano-divina que se refleja en toda
su persona, que convence a todos. Y las horas de oración se sucedían sin
interrupción en su vida.A
los ocho años, víctima de sus penitencias, contrae una gravísima enfermedad,
que dura quince meses. Fue milagrosamente curada por la Santísima Virgen, quien
le mandó tomar el hábito de la Tercera Orden de San Francisco, hábito que
recibió en la Iglesia de Santa María.
A los 16 años por segunda vez intenta entrar en un convento, esta vez el monasterio lleva el bonito nombre de Santa María de las Rosas, pero por segunda vez se le cierran las puertas del claustro. Rosa aceptó el rechazo con tranquilidad y paciencia; luego, dijo sonriendo: "Ustedes no me aceptaron viva, pero estarán muy contentas cuando me acojan muerta".Continuó durante dos años su apostolado como simple terciaria franciscana, quemando sus juveniles energías en el ejercicio de la más ardiente caridad. Murió en 1253 a los 18 años, y, como había predicho, el papa Alejandro IV, hallándose en Viterbo, por tres veces tuvo la visión de la joven muerta. Entonces en 1258 hizo colocar su cuerpo en la Iglesia de Santa María de las Rosas. La solemne traslación tuvo lugar el 4 de septiembre, fecha que se conservó como día de la conmemoración de Santa Rosa de Viterbo, cuyo cuerpo, todavía incorrupto después de más de siete siglos, se conserva en aquella iglesia rodeado de la afectuosa y festiva veneración de sus conciudadanos.